SAN LUIS ORIONE
“el padre de los pobres” (1872-1940)
Luis Orione creció en una familia muy unida pero humilde. De sus padres aprendió la importancia de trabajar para sostenerse, pero sobretodo aprendió a reconocer la mano protectora de Dios en su vida… y así fue surgiendo con mayor fuerza el anhelo de entregar su vida a Dios.
Sus primeros pasos hacia el sacerdocio
Desde pequeño sintió una gran devoción por María, que expresaba en el rezo del rosario y en las flores que con cariño siempre le llevaba.
A ella acude en cada necesidad de la vida. Es a ella a quien le pide que le ayude a ser sacerdote y le ofrecerá reconstruir su Santuario…

Después de haber ingresado con los franciscanos en Voghera, volverá a casa por temas de salud, sin embargo, no perderá la esperanza de entregar su vida al servicio de Dios y del prójimo. Tiempo después, entrará al Instituto Salesiano de Don Bosco. Como todo joven debe cursar sus
estudios y espera hacerlo de la mejor forma, por eso, confiando en el amor maternal de María que tantas veces lo había socorrido, le pedirá su ayuda en los estudios, los cuales cursará ejemplarmente.
María se convertirá en su gran guía y protectora en la vida.
Estando en el Instituto conoció a Dos Bosco, cuyo ejemplo acompañó siempre a Don Orione, de él recibió una gran ayuda…
Cuando Don Bosco había fallecido, Luis había sufrido un accidente en la cocina y había cortado su dedo, lo que lo asustó mucho, ya que un defecto como ese podía imposibilitarlo de ser sacerdote, así que corrió donde se estaba venerando los restos del Santo y colocó su mano cerca de la mano de él, y su dedo finalmente sanó…
A pesar de esta cercanía con Don Bosco, y el gran testimonio que recibió de él, que influiría luego en su forma de trabajar por los jóvenes, Luis sentirá que su camino está en otro lado, y después de discernirlo decidirá no entrar al noviciado, sino volver a Tortona y entrar al seminario.
Para pagar la mensualidad deberá trabajar en la Catedral, ahí conocerá a un muchacho Mario Ivaldi, a quien habían expulsado de catequesis, Luis lo acogerá y le enseñará el Catecismo, el niño invitará a sus amigos y serán mucho los que acudan a él para aprender, reuniéndose en la Capilla “Del Crucifijo.” Ya desde pequeño acercaba a sus compañeros a Dios, ahora siendo un joven seguirá entusiasmando a otros en la fe.
Don Orione siempre encontraba los caminos para acercar los jóvenes a Dios…

Lamentablemente no todos estaban de acuerdo con la forma de ser de Luis y el Obispo frente a comentarios negativos tomó la decisión de poner fin a estas reuniones. Luis Orione sentirá pesar por esta decisión, sin embargo, confía y deja todo en manos de Dios. Esa noche tendrá un sueño revelador…
Soñará con quien lo ha acompañado durante todo su camino, su madre del cielo, la Virgen. Soñará con la imagen de María con el niño en sus brazos, su rostro lleno de luz y un manto azul muy bello, que cubrirá todo y bajo él aparecerán cientos de niños, jóvenes, sacerdotes, de todas las razas, tantos que es imposible contarlos, todos cantando en su idioma, pero unidos en el coro, cantando “Ave María”….
Ese sueño será una imagen de lo que la familia orionista está llamada a ser… una gran familia al alero del amor de María…
La Divina Providencia y la labor apostólica
Su interés por los niños y los jóvenes se plasmará en la creación de un colegio. Para ello buscó una casa apta para acoger a los futuros alumnos, pero debía pagar el alquiler… ¡400 liras!.. cómo juntaría esa cantidad, debía dar un adelanto en seis días o perdería esa gran oportunidad. Sin embargo, eso no lo desalentó, nuevamente se entregó a las manos de Dios, sabiendo que si era su voluntad entonces encontraría el camino para que se realizara, y así fue…
Caminando hacia la Catedral se encontró con la señora Ángela Poggi, una mujer mayor que trabajaba con un sacerdote. Él le contó sus planes y a ella le entusiasmó la idea de colocar a su sobrino en este nuevo colegio, le ofreció 400 liras…
Luis una vez más experimentó la Providencia de Dios…
Y fue así como abrió el primer colegio en 1893 a sus 21 años. Más tarde, con el permiso del Obispo, irán a colaborar algunos seminaristas, entre ellos Carlos
Sterpi, que será fiel a la obra orionista y sucesor en la guía de la Congregación luego del fallecimiento de Don Orione. Se irá forjando poco a poco una familia religiosa que será la “Pequeña Obra de la Divina Providencia.”
Y en esta labor estaba Luis cuando llega el día que tanto había esperado, el día de su ordenación sacerdotal, el 13 de abril de 1895.
En los años posteriores, extenderá su obra a otros lugares y formará una rama de religiosos no sacerdotes los “Ermitaños de la Divina Providencia” dedicados a la oración, el trabajo en el campo y
a la formación de jóvenes para el trabajo del campo y para una vida cristiana.
Su amor por Dios y por el más necesitado lo lleva a trabajar incansablemente frente a cualquier necesidad que descubre. Es así como en diciembre de 1908 multiplicará sus esfuerzos para acoger el dolor humano que surgirá tras una tragedia, un terremoto que asoló a Messina y Reggio de Calabria.
Se esforzará por sanar todos los dolores, especialmente se preocupará de los huérfanos. Años más tarde volverá a esta labor en Mársica que también sufrió de un violento terremoto. No se limitaba a acoger a los sobrevivientes de la ciudad, colocar orden e infundir esperanzas, también iba a las montañas donde encontraba más víctimas del desastre, ni el frío, ni la fatiga, ni siquiera los lobos que rondaban en busca de comida detenían la labor de Don Orione.
En cada detalle de su vida se vislumbra su plena confianza en la Divina Providencia
Un día, por ejemplo, un clérigo que deseaba construir un Santuario dedicado a María necesitaba seis mil liras para continuar con esa tarea y se los había pedido a Don Orione. Aunque Don Orione no contaba con esa cantidad le dijo que esperara hasta el día siguiente y que rezaran a la Virgen. Al otro día en Misa recordó esto, y viendo la imagen de la Virgen que pasaba los límites de la Iglesia ocupando un espacio de la casa, en su profunda confianza en ella le pidió que de alguna forma “pagase el arriendo” de ese lugar que ocupaba para poder ayudar a este clérigo. Al finalizar la Misa, se le acercan dos profesoras y le entregan un sobre de parte de una persona que lo envía para la obra. Don Orione entregará este dinero, que a su modo de ver, ha sido enviado por María, al clérigo para que pudiera continuar con la construcción del santuario.
Don Orione emitirá sus votos perpetuos en una audiencia privada junto a Pío X, y a falta de los dos testigos que como norma se exige, el Santo Padre propondrá que sus dos testigos sean sus ángeles de la guarda. Fue en estas circunstancias como Don Orione emite sus votos.
Un lugar especial, el “Pequeño Cottolengo”
Don Orione no sólo se preocupó de los jóvenes, de los huérfanos, y de cada necesidad que se le presentaba, sino también dedicó parte de su vida a los enfermos.
Una de las donaciones que recibió para la Obra fue unacasa que le dejó al morir la Condesa Agazzini. En ella abriría en 1915 un lugar para acoger a los pobres y enfermos, que luego se expandirá a otros lugares y serán llamados “Pequeño Cottolengo” ya que recordará la obra de San Benito Cottolengo.
Con la creación de los “Cottolengos”, fundará a las “Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad” encomendándoles el cuidado de los más pobres entre los pobres.
A ellas les pedirá que sean un rostro maternal con todos los enfermos y que siempre estén al servicio del prójimo con sencillez y alegría.
Va creciendo la familia orionista para abrazar todos los dolores humanos que van encontrando por el camino.
El fin de la guerra
La Primera Guerra Mundial había dividido a la gente. Los católicos eran acosados por los rebeldes, la violencia se deja ver en las calles. En este contexto, Don Orione comprende que es necesario que sientan el amor de la madre del Señor y decide traer una estatua de la Virgen de la Guardia al barrio de San Bernardino. Así lo hará, mucha gente se juntará a rezar y en ese rezo Don Orione ofrece a María levantar un Santuario si la guerra terminaba. A los pocos días llegaba el fin de la guerra. Nuevamente María lo auxiliaba en su solicitud y Don Orione cumplirá lo que ha ofrecido, hará construir el Santuario dedicado a la Virgen de la Guardia, promoviendo así su devoción.
Su obra atraviesa las fronteras
En su constante preocupación por la caridad, Don Orione sentirá la necesidad de expandir la Obra, no sólo por Italia sino por todo el mundo. El mismo hará dos viajes a América latina (1921-1922 y 1934- 1937) llegando a estar en Brasil, Argentina, Uruguay y Chile.
En Uruguay intentará abrir un Pequeño Cottolengo en la ciudad de Montevideo, pero el Obispo se opondrá, pensaba que eso iría en contra de la construcción del Seminario. Años más tarde, el Obispo que le sucedió entregará la propiedad del Seminario a la Congregación para abrir el Pequeño Cottolengo en ese lugar, cumpliéndose el anhelo de Don Orione de llevar esta obra a ese país. A Brasil había enviado algunos misioneros años atrás, pero él también viajará personalmente cuando la Obra ya contaba con un Internado y una Parroquia. Su mayor preocupación aquí será la de las vocaciones, especialmente de la gente de color, que pudieran propagar la fe con la intención incluso de misionar a África. Sin embargo, a pesar de sus intentos por crear dos institutos dedicados a esta labor, no podrá realizar esta fundación.
Su paso por Argentina tampoco estuvo exento de dificultades. Don Orione quería fundar un Cottolengo cerca de Buenos Aires, pero el Obispo se negó. Sin embargo, pudo realizar esta obra en Cláypole, gracias a la generosidad de algunas personas que donaron el terreno y el dinero para comenzar la construcción. Había una gran necesidad material y espiritual en el país que Don Orione intentaba aliviar; en su segundo viaje permanecería cerca de tres años, visitando también Uruguay y Chile.
En 1936 viaja a Chile pero sólo permanecerá 8 días en el país.
Doña Mercedes Saavedra Zelaya le entregará una casa en Santiago y otra en Quintero.
Hará la promesa de que la Congregación construirá una capilla y ermitorio cerca del Cristo Redentor, en plena Cordillera de los Andes, lo que será realizado años más tarde.
Luego de la muerte de Don Orione, se va a establecer la Obra en Chile, fundándose “Cottolengos”, colegios, parroquias.
Sus últimos días
La vida de Don Orione se vio marcada por una intensa vida de oración y caridad. De vuelta en Italia continúa con un incansable itinerario de trabajo por los demás. Crea la “Oficina de Prensa”; desde muy joven se había preocupado por la evangelización a través de las letras.
Su estado de salud empezó a menguar. Tuvo un primer infarto, lo que generó que la Congregación lo convenciera para trasladarse a una casa en San Remo, pero esto no lo detendría en su actividad, desde ahí siguió animando a la familia orionista, escribe cartas, recibe visitas, etc.
El 12 de marzo de 1940 sufriría otro ataque que le dificultaba el poder respirar. Un enfermero lo ayudo a sentarse en el sillón, y mientras Él murmuraba: “¡Jesús, Jesús! Voy”, partió al encuentro del Señor.
25 años después al abrir su tumba se encontró su cuerpo incorrupto. Su cuerpo descansa en una urna de cristal, en el Santuario de la Virgen de la Guardia en Tortona, donde acuden de diversos lugares para confiarle sus ocupaciones y dolores
El 26 de octubre de 1980 será beatificado por el Santo Padre, Juan Pablo II.
El 16 de mayo de 2004 será canonizado también por Juan Pablo II en la plaza de San Pedro en Roma, donde miles de católicos se reunirán para participar de la ceremonia, evidenciando de esta forma que el mensaje que San Luis Orione entregó con su vida sigue vivo en el corazón de sus Hijos religiosos y devotos.
La vida de San Luis Orione es un testimonio de humildad y ardiente caridad que hoy sigue motivando a muchos a decirle sí a Jesús, a poner la vida en las manos de Dios, confiando en la Divina Providencia y en el amor maternal de María que nunca abandona, para amar a Dios y al prójimo con toda la fuerza del corazón.
¡Ave María y adelante!